Entre sombras y luces, el bosque se transforma en una selva. No hay colores que distraigan, solo la anarquia de las formas, las texturas, luces que insinúa lo que se oculta entre la maraña. Cada tronco es una columna antigua, cada rama un brazo que se extiende buscando el cielo.
La naturaleza pierde su dulzura y muestra su rostro primitivo: denso, húmedo, lleno de misterio. Aquí, el tiempo no avanza, se enreda entre ramas y raíces. Aquí, el silencio habla en voz baja y todo parece dentro de un orden invisible.